Anggun (i) es una joven que vive y trabaja en Yakarta, la bulliciosa capital de Indonesia. Ella gana un ingreso estable, está bien integrada dentro de la comunidad local y tiene una actitud positiva ante la vida. Pero su sonrisa y seguridad ocultan un pasado marcado por el rechazo, los estigmas, y una gran cantidad de abusos físicos y psicológicos.
¿La razón? A Anggun le fue asignado el sexo masculino al nacer, pero, desde que era muy joven, fue molestado en la escuela por hablar y actuar “como una niña”. En su adolescencia, la intimidación se hizo tan insoportable que a menudo quiso renunciar a su educación, a pesar de que logró avanzar en la escuela secundaria.
No obstante, completar su educación secundaria no fue de mucha ayuda cuando comenzó a buscar trabajo: por vivir su vida como mujer, Anggun fue rechazada por los empleadores, al igual que una gran cantidad de personas transgénero. Luego trató de ganarse la vida como trabajadora sexual, enfrentando enormes riesgos para su salud y la violencia de los clientes.
Su suerte mejoró finalmente cuando decidió trasladarse a Yakarta y unirse a SWARA, una organización local que ofrece a los jóvenes transgénero una variedad de servicios que incluyen asesoramiento, formación profesional, educación sobre sus derechos civiles, entre otros. Gracias en parte al apoyo que recibió allí, ahora lleva una vida segura y productiva.
Como Anggun, la gran mayoría de las personas que se identifican o son percibidas como lesbianas, gais, bisexuales, transgénero o intersexuales (LGBTI) han enfrentado un cierto grado de estigma en sus vidas, que va desde los comentarios negativos a las formas más graves de discriminación, violencia y espantosos crímenes de odio. (i)
Lágrimas y dólares: las múltiples consecuencias de la homofobia y la transfobia
La exclusión es algo difícil de soportar psicológicamente, por supuesto, pero también tiene algunas repercusiones prácticas: un conjunto cada vez mayor de pruebas muestra que la discriminación contra la comunidad LGTBI se traduce en un menor nivel educativo, mayores tasas de desempleo, peores resultados de salud, así como en desigualdad de acceso a la vivienda, el financiamiento y los servicios sociales. (i) Como resultado, las personas de la comunidad LGBTI tienen más probabilidades de tener un exceso de representación entre el 40 % más pobre (i) de la población.
Pero lo que la historia de Anggun también ilustra es que las consecuencias de la exclusión se extienden mucho más allá de las propias personas de la comunidad LGBTI. Cuando el mercado laboral le dio la espalda a Anggun debido a su identidad de género, no solo creó dificultades personales para ella, sino que también impidió aprovechar su educación financiada con fondos públicos y aportar sus destrezas y trabajo a la economía del país.
Esta pérdida de productividad y el uso ineficiente del gasto en educación pueden tener un impacto económico y social profundo, que el Grupo Banco Mundial trató de cuantificar por primera vez en su informe The Economic Cost of Homophobia and the Exclusion of LGBT People (El costo económico de la homofobia y la exclusión de las personas de la comunidad LGBT).
La exclusión de la comunidad LGBTI es en gran medida una cuestión de desarrollo, debido a sus consecuencias sobre las vidas y los niveles de pobreza de todo un grupo, pero también por sus efectos adversos sobre las economías y las sociedades en general. “Eliminar la pobreza extrema e impulsar la prosperidad compartida requiere la acción coordinada de todos los sectores de la sociedad para erradicar las causas de la exclusión; la exclusión que afecta a los pueblos indígenas, las personas con discapacidad, las personas de la comunidad LGBTI y otros grupos marginados”, dijo Ede Ijjasz-Vasquez, director superior del Departamento de Prácticas Mundiales de Desarrollo Social, Urbano y Rural, y Resiliencia. “No lograremos nuestra misión de combatir la pobreza e impulsar la prosperidad compartida a menos que todos puedan participar en el proceso de desarrollo y cosechar los beneficios del crecimiento económico”, añadió.