Cuando salimos de viaje, ya sea por aire, mar o tierra, esperamos que la travesía sea lo más placentera y sin inconvenientes posible. Al viajar desde un aeropuerto, puerto o por una carretera, los pasajeros esperan un servicio de calidad desde la salida hasta el regreso.
Pero en el caso de América Latina, esta expectativa se trunca y en muchos casos se convierte en un verdadero dolor de cabeza. La región no se ha destacado por la calidad de su infraestructura, y eso se comprueba en las cifras: Invierte menos del 3% de su PIB anual en la construcción de grandes obras, y se coloca solo por delante de África en este aspecto y muy lejos de Asia Oriental y Pacífico, que destina un 7,7 por ciento de su PIB anual.
“La región de América Latina y el Caribe no tiene la infraestructura que necesita o merece según su nivel de ingreso”. Así comienza el estudio del Banco Mundial titulado: Repensar la infraestructura en América Latina y el Caribe – Mejorar el gasto para lograr más (i), donde se hace un análisis sobre el desarrollo de este sector y cuáles son los desafíos para lograr un mayor crecimiento económico, no solo a través de más sino de mejor infraestructura.
No toda la región, obviamente, se puede medir igual. Hay países como Bolivia, Costa Rica, Honduras, Nicaragua, Panamá y Perú que invierten más del 4% de su PIB al año en obras de infraestructura. Y también hay áreas donde se tiene un buen desempeño, como es electricidad y agua.
Pero los retos están en el sector de transporte y saneamiento, servicios donde existe una gran brecha que lastra el impulso al crecimiento en muchos países de la región.