Los cráteres de más de siete metros de diámetro en las calles se transformaron en las principales imágenes de los canales de noticias uruguayos luego de que un ciclón extratropical recorriera las costas uruguayas en septiembre de 2016. En 2017, poco antes de comenzar la temporada turística, tormentas de lluvia, olas de seis metros, y vientos de 120 km por hora impactaron en la costa de Punta del Este, el principal balneario uruguayo, generando pérdidas materiales y personas evacuadas. En junio de 2019, una semana de precipitaciones extremas provocó graves inundaciones, con efectos incalculables en el flujo de personas y bienes.
Tornados, intensas precipitaciones, sequías y olas de calor son solo algunos de los fenómenos climáticos violentos que azotaron el país en los últimos años. Estos no son fenómenos aislados. Datos del gobierno uruguayo muestran un aumento significativo en las precipitaciones desde el 2001, así como una evolución constante de la temperatura promedio. Esta tendencia continuará en las décadas que vienen: se estima que Uruguay experimentará un aumento de aproximadamente 100 mm en la precipitación promedio anual para 2050, así como un aumento en la variabilidad de las precipitaciones[i].
Además de las pérdidas materiales y del impacto en la vida de las personas afectadas, estos eventos generan dificultades en la provisión de servicios básicos a la población, tanto de energía, agua y saneamiento, transporte o telecomunicaciones. Estos cortes de servicio generan efectos indirectos negativos en las vidas de las personas y los comercios de las comunidades afectadas.
En Uruguay, estos acontecimientos han demostrado la vulnerabilidad de la infraestructura de carreteras, que han sufrido las consecuencias de estos desastres naturales.
Además de asegurar una mejor conectividad de los uruguayos, la calidad de la infraestructura vial es un factor clave para el comercio y de desarrollo económico del país, ya que casi toda la carga en Uruguay se transporta por carretera.
Esta realidad hacía ineludible incorporar el factor clima a cualquier programa de vialidad. Fue así que el año 2017 el gobierno uruguayo y el Banco Mundial renovaron su programa de trabajo en el sector, e incluyeron dos nuevos componentes: la seguridad vial y el cambio climático.
Mapear, planificar, prevenir y ahorrar
En 2016, según datos del Ministerio de Transporte y Obras Públicas (MTOP), un poco más de la mitad de los 8.800 kilómetros de rutas que componen la red vial nacional uruguaya se encuentra en estado bueno o muy bueno, lo que deja la otra mitad a mejorar.
Si bien mejorar el estado de las rutas y carreteras del país sigue siendo un objetivo central, la evolución del trabajo en conjunto entre el gobierno uruguayo y el Banco Mundial permite explorar nuevos interrogantes más complejos. ¿Cuántos puentes están en riesgo ante inundaciones y cuáles son?, ¿qué carreteras se verán afectadas por los ciclones y en qué zonas del país? o ¿cómo generar infraestructura más resiliente a los impactos del clima? son solo algunas de las preguntas que los expertos buscan responder en conjunto.
Este trabajo permitirá a los decisores de políticas públicas pensar en mediano y largo plazo, planificar estratégicamente cómo y dónde invertir, evitar gastos innecesarios, y generar infraestructura más resistente a los impactos del clima. Estas mejoras generan beneficios concretos: a nivel mundial se espera un retorno de 4 dólares por cada dólar invertido en resiliencia.
El primer paso, según explicó el gerente del proyecto del Banco Mundial, Gregoire Gauthier, fue ubicar en un mapa las áreas de la Red Vial Nacional sujetas a inundaciones, un producto que globalmente se conoce como heat maps.
El segundo paso consiste en realizar el diagnóstico técnico de 20 puentes de la red vial nacional considerados como críticos por su exposición a eventos climáticos extremos. Este diagnóstico técnico, en andamiento, incluye además un análisis de ingeniería para tornar puentes más resistentes a eventos externos, inundaciones en particular.
El proceso incluyó además el desarrollo de capital humano en el país, a través de la formación de expertos que pudieran generar mapas y proyecciones detalladas en el país. Para esto último un equipo de Oxford Infrastructure Analytics (OIA) proporcionó en el mes de agosto de 2019 capacitación y asesoría para aplicar un modelo llamado FATHOM al caso uruguayo.
Desarrollado por la Universidad de Bristol, FATHOM es un modelo global de inundaciones que integra una topografía detallada (basada en imágenes satélites de alta resolución), y escenarios de cambios climáticos que se traducen en escenarios de episodios de lluvias y eventos climáticos extremos.
Los técnicos brindaron tres días de capacitación a funcionarios del Ministerio de Transporte y Obras Públicas, del SINAI, asociados con la facultad de ingeniería de la Universidad de la República.
Con estas herramientas, Uruguay estará dando un paso más para mejorar su resiliencia ante fenómenos climáticos de gran envergadura.
[i] World Bank Climate Change Knowledge Portal https://climateknowledgeportal.worldbank.org/country/uruguay/climate-data-projections