El mundo no puede ganar la batalla contra el cambio climático sin cambiar la forma en que la gente se mueve.
La escala de este problema se pone de manifiesto en el fuerte contraste observado en muchas ciudades entre la calidad que tenía el aire antes de la pandemia y la que muestra durante la desaceleración del transporte urbano provocada por la COVID-19. Al igual que la contaminación, las emisiones de GEI cayeron significativamente como consecuencia del brote, a medida que las preocupaciones sanitarias y las amplias restricciones en los traslados fueron reduciendo de manera radical la demanda de movilidad en todo el mundo. Los embotellamientos parecen de repente un recuerdo lejano, las compañías navieras han cancelado cientos de salidas, y algunos de los aeropuertos más grandes del mundo están usando sus pistas para estacionar aviones inactivos.
El temor a la “emisión vengativa”
Pero es probable que esta tendencia dure poco. El ataque del virus en algún momento se atenuará, y los Gobiernos, las empresas y las personas se apresurarán a compensar el tiempo perdido y minimizar el impacto económico de la pandemia. Si las crisis mundiales anteriores sirven como parámetro, esto podría conducir a un incremento neto de las emisiones, incluso las producidas por el transporte. Después de la recesión de 2008-09, las emisiones de carbono registraron un aumento sin precedentes del 6 % (i) en un año, en parte debido a que muchos de los programas de inversión con los que se buscaba estimular la economía se destinaron a las industrias con altos niveles de emisión.
“ Sin embargo, la recuperación posterior a la pandemia también podría ser una oportunidad para que los países apliquen en mayor escala las soluciones de transporte más ecológicas y sostenibles que ya existen”, afirmó Makhtar Diop, vicepresidente de Infraestructura del Banco Mundial. “”.
El Banco Mundial ha estado trabajando para respaldar esta transición. A fines del ejercicio de 2019, el 52 % de los proyectos de transporte de la entidad contribuían a la mitigación o la adaptación al cambio climático. “Frente a la pandemia actual, hemos intensificado el énfasis en el transporte climáticamente inteligente, que puede constituir un método muy potente de reactivar el crecimiento económico”, sostuvo Guangzhe Chen, director mundial de Transporte del Banco Mundial. “La crisis ha incrementado la presión fiscal sobre todos los Gobiernos del mundo, por lo que la sostenibilidad financiera es un factor aún más importante en nuestro apoyo a los clientes. La movilización del financiamiento privado podría ser parte de la solución”.
Apoyar modalidades de transporte más limpias
En los países en desarrollo, muchos habitantes de las ciudades pasan buena parte de su tiempo atascados en el tránsito dentro de autos privados o en viejos autobuses con motores diésel, lo que supone un elevado costo para el clima, la productividad económica y la salud pública.
Los equipos del Banco brindan a los Gobiernos el financiamiento y los conocimientos que necesitan para desarrollar mejores alternativas. Según el contexto local, esto puede significar la implementación de un sistema moderno de gestión del tráfico, la mejora del diseño de los espacios públicos para promover el uso de las bicicletas o el traslado a pie, o una medida de gran importancia como la inversión en sistemas de transporte público confiables (metro, trenes ligeros, autobuses de tránsito rápido, etc.). Todas estas soluciones pueden contribuir a que las ciudades sigan en movimiento y reducir a la vez la huella de carbono del transporte urbano.
Este es el enfoque que se ha adoptado en Quito, donde el Banco Mundial está cofinanciando la primera línea de metro de Ecuador: cuando esté en pleno funcionamiento, permitirá ahorrar unas 65 000 toneladas de GEI al año y acercará a casi 400 000 pasajeros por día a sus trabajos, sus escuelas y los servicios esenciales.
Sin embargo, la pandemia de coronavirus ha planteado un enorme desafío para los sistemas de transporte público. La cantidad de pasajeros está en caída libre, y algunos operadores han tenido que suspender el cobro de boletos para limitar las interacciones entre el personal y los pasajeros. Los organismos del área de tránsito que ya tenían déficit de recursos están viendo cómo se reducen abruptamente sus ingresos. Aun después que se levante el confinamiento, las inquietudes vinculadas con la salud podrían impulsar a las personas a preferir los autos privados por sobre el transporte público. Por lo tanto, en los próximos años será fundamental brindar apoyo continuo a este sector, lo que incluye incrementar su grado de preparación frente a crisis futuras.
El transporte de carga es otra área que requiere especial atención. En los mercados emergentes como los de África, India o América Latina, tan solo los camiones son responsables de cerca del 40 % de las emisiones derivadas del transporte. Si una parte de ese tráfico pasa de las carreteras a las vías férreas o navegables, se reducirán significativamente las emisiones y los costos de logística. En India, un corredor ferroviario (i) respaldado por el Banco Mundial y dedicado exclusivamente al transporte de carga permitirá ahorrar 65 millones de toneladas al año. Asimismo, el país está en este momento en proceso de convertir un tramo de 1360 kilómetros del río Ganges en una vía navegable moderna (i), por la cual se transportarán en un futuro 65 millones de toneladas de carga al año. Esto permitirá recortar aproximadamente 162 000 toneladas de emisiones anuales.
La tecnología al rescate
De todos modos, el cambio en favor del transporte público, los ferrocarriles o el transporte fluvial tiene efectos limitados. Para 2050, se duplicará el número de automóviles en circulación, mientras que los camiones todavía representarán cerca del 60 % de todo el transporte de carga. Esto significa que
Una forma de lograr esto es acelerando la adopción de unidades modernas y eficientes, que queman hasta un 50 % menos de combustible. En El Cairo, un programa respaldado por el Banco Mundial y dirigido a renovar la envejecida flota de taxis de la ciudad (i) se tradujo en el ahorro de 350 000 toneladas de GEI entre 2012 y 2018. Para amplificar estos beneficios, la comunidad mundial debe apoyar en conjunto los esfuerzos destinados a establecer parámetros de emisión razonables y a restringir la venta de vehículos usados obsoletos, contaminantes e inseguros de países desarrollados a países en desarrollo.
Los vehículos eléctricos también pueden contribuir a modificar el panorama, si se alimentan de fuentes de energía limpia. El mercado está creciendo con rapidez: Gobiernos de todo el mundo buscan incrementar el número de estos vehículos de 3 millones a 30 millones en los próximos cinco años. Asimismo, se están llevando adelante diversos análisis para comprender en qué medida la movilidad eléctrica puede contribuir a eliminar el carbono del transporte. Un estudio reciente del Banco Mundial (i) muestra que en algunos países en desarrollo, las soluciones de movilidad eléctrica adaptadas al contexto local han generado beneficios ambientales y sociales. En el informe se exponen los principios para desarrollar mercados de vehículos eléctricos más sólidos en todos los niveles de ingreso.
No obstante, la movilidad eléctrica es solo una de las numerosas tecnologías disruptivas que han conmocionado el sector del transporte. Las soluciones digitales están transformando con rapidez el modo en que nos movemos: la información sobre el tránsito en tiempo real hace más atractivo el transporte público, las aplicaciones de los teléfonos inteligentes facilitan la difusión de los sistemas de bicicletas y automóviles compartidos, y las plataformas en línea crean nuevos modos para hacer corresponder la oferta con la demanda de servicios de transporte. Todo esto se traduce en mayor eficiencia y, eventualmente, puede conducir a una reducción de las emisiones.
Transformaciones en el mercado
En un momento en que el mundo se ha detenido, la conectividad virtual reemplaza el movimiento físico; los consumidores encuentran nuevas formas de adquirir bienes y servicios; los empleadores comienzan a sentirse más cómodos con la idea de que su personal trabaje desde la casa, y las empresas de todo el mundo están contemplando la posibilidad de establecer cadenas de suministro más cortas.
Aún está por verse si la situación actual derivará en una transformación a largo plazo del mercado mundial del transporte. Pero si eso sucede, el impacto sobre las emisiones podría ser considerable e infinitamente más significativo que la caída temporal provocada por la pandemia.