CIUDAD DE WASHINGTON, 10 de abril de 2014. De acuerdo con un informe publicado hoy por el Banco Mundial, el crecimiento económico, si bien fundamental para reducir la pobreza, tiene límites. Los países deben complementar los esfuerzos para acrecentar el crecimiento con políticas que permitan asignar más recursos a las personas extremadamente pobres. Estos recursos pueden distribuirse a través del propio proceso de crecimiento, mediante la promoción de un crecimiento más inclusivo, o a través de programas públicos, como las transferencias monetarias condicionadas y directas.
Asimismo, en el informe se señala que, si bien es imperativo que las personas salgan de la pobreza extrema, también es importante asegurarse de que, en el largo plazo, no se estanquen en un nivel levemente superior a la línea de pobreza extrema debido a que carecen de las oportunidades que les permitirían lograr una vida mejor.
“El crecimiento económico ha sido fundamental para reducir la pobreza extrema y mejorar las condiciones de vida de muchas personas pobres”, señaló el presidente del Grupo del Banco Mundial, Jim Yong Kim. “Sin embargo, aunque todos los países crecieran al mismo ritmo que lo han hecho durante los últimos 20 años, y aunque la distribución del ingreso no se modificara, la pobreza mundial solo se reduciría en un 10 % para 2030, a partir del 17,7 % en 2010. Esto sencillamente no basta. Para terminar con la pobreza extrema debemos poner especial énfasis en lograr un crecimiento más inclusivo e incrementar el número de programas orientados a brindar asistencia a los pobres en forma directa”.
“Para poner fin a la pobreza extrema sería necesario que cada año, hasta 2030, 50 millones de personas dejaran de integrar el vasto número de los más pobres, aquellos que ganan menos de US$1,25 al día. Esto significa que 1 millón de personas deberían salir de la pobreza cada semana durante los próximos 16 años. Aunque la labor será extraordinariamente difícil, estoy convencido de que podemos lograrlo. Esta generación tiene la posibilidad de poner fin a la pobreza extrema”, añadió el Sr. Kim.
Según el informe, es improbable que el crecimiento por sí solo permita terminar con la pobreza extrema para 2030, pues, a medida que esta disminuye, el crecimiento tiende a sacar de la pobreza a un menor número de personas. Ello obedece a que, al llegar a esta etapa, muchas de las personas que todavía viven en la pobreza extrema se encuentran en una situación en la que es sumamente difícil mejorar sus condiciones de vida.
Asimismo, se señala que el aumento de la desigualdad de ingresos puede atenuar el impacto del crecimiento en la reducción de la pobreza. La desigualdad, además de constituir un problema en sí misma, tiene otras consecuencias: en los países donde la desigualdad de ingresos aumentaba, el efecto del crecimiento en la pobreza fue menor o inclusive se revirtió. Por el contrario, las investigaciones indican que, en los países donde la desigualdad disminuía, la reducción de la pobreza correspondiente a una determinada tasa de crecimiento fue mayor. Aunque no se produzcan cambios en la desigualdad, el poder del crecimiento económico para reducir la pobreza es menor en los países donde inicialmente existe una mayor desigualdad. Así pues, los objetivos del Grupo del Banco Mundial de poner fin a la pobreza extrema y de promover la prosperidad compartida están estrechamente vinculados: para que los avances en la lucha contra la pobreza extrema sean perdurables, también es necesario prestar atención en forma constante a lo que le sucede al 40 % más pobre de la población.
“Es triste señalar que en nuestro próspero mundo más de mil millones de personas viven en la pobreza extrema, y es alentador que el Grupo del Banco Mundial haya convocado no solo a mitigar la pobreza sino también a erradicarla y a promover un mundo más equitativo. Para lograrlo necesitaremos determinación, así como ideas e innovación, pues los caminos de la economía son imprevisibles”, afirmó Kaushik Basu, primer vicepresidente y primer economista del Banco Mundial.
El objetivo de prosperidad compartida establecido por el Banco Mundial, y ratificado por los accionistas en 2013, proporciona un medio para comprender la desigualdad de ingresos y de oportunidades. Aunque se han realizado grandes avances para sacar a las personas de la pobreza extrema, muchas todavía son pobres, a menudo debido a la falta de oportunidades. Centrar la atención en el 40 % más pobre de la población puede ayudar a lograr que esas personas también obtengan todos los beneficios del progreso económico del país en el que habitan.
Para brindar asistencia al 40 % más pobre de la población, es fundamental conocer sus características, que varían de un país a otro.
En Rwanda, por ejemplo, el 63 % de la población vive en la pobreza extrema; es decir, un porcentaje mayor que todo el segmento del 40 % de menores ingresos. En Colombia, por el contrario, el 8 % de la población vive en la pobreza extrema, y en Turquía esta ha descendido a un nivel irreductible, pues, según las normas internacionales, tan solo el 1,3 % de la población es extremadamente pobre.
En Bangladesh, dos tercios del 40 % más pobre de la población viven en zonas rurales, mientras que en Brasil el porcentaje desciende al 23 %. En Rwanda, el 11 % del 40 % de los habitantes de menores ingresos recibió educación secundaria, mientras que en Turquía el porcentaje asciende al 55 %. En términos de empleo, en Filipinas el 63 % del 40 % más pobre de la población trabaja en el sector agrícola, mientras que en Jordania el porcentaje desciende al 11 %.
“Las complejidades vinculadas a la identificación de los habitantes que integran el 40 % más pobre en cada país ponen de relieve los desafíos que se plantean al momento de formular políticas acordes a las circunstancias del país para llegar a ellos de manera eficaz”, afirmó Jos Verbeek, principal autor del informe y economista principal en el Grupo de Análisis de las Perspectivas de Desarrollo del Banco Mundial.
Para reducir la pobreza es necesario conocer dónde vive el mayor número de pobres y, al mismo tiempo, concentrarse en los lugares donde las condiciones de vida son más difíciles. Esto entraña esfuerzos concertados en los países donde vive gran parte de los 1200 millones de pobres del planeta. Los cinco países principales, en términos del número de pobres, son India (con el 33 % de los pobres a nivel mundial), China (13 %), Nigeria (7 %), Bangladesh (6 %) y la República Democrática del Congo (5 %), que en conjunto albergan a casi 760 millones de los pobres del planeta. Si se sumaran otros cinco países
—Indonesia, Pakistán, Tanzanía, Etiopía y Kenya—, la cifra ascendería a casi el 80 % de los habitantes extremadamente pobres. En el informe se señala, por lo tanto, que para terminar con la pobreza extrema será fundamental dedicar especial atención a estos países.
Sin embargo, en muchos países más pequeños, la proporción de los habitantes que viven por debajo de la línea de pobreza es mucho más alta. En 16 países, más de la mitad de la población subsiste en la pobreza extrema. Los cinco países principales, en términos de densidad de pobreza, son la República Democrática del Congo (donde el 88 % de la población vive por debajo de la línea de pobreza), Liberia (84 %), Burundi y Madagascar (81 %, respectivamente) y Zambia (75 %). Reducir la pobreza en estos lugares es tan importante como realizar avances en los países donde el número absoluto de pobres es mucho mayor.
Para alcanzar los dos objetivos, el Grupo del Banco Mundial deberá adaptar su apoyo al nivel de urbanización de cada nación, la magnitud de sus necesidades de energía, los niveles de servicios básicos, las capacidades humanas de cada ciudadano y las capacidades de sus Gobiernos. El éxito dependerá de la amplia implementación de soluciones transformadoras, que podrían incluir programas para mejorar los servicios de saneamiento en ciudades pujantes, proyectos para asegurar un uso más eficiente del agua para la agricultura y otros fines, la ampliación de la cobertura de salud para las personas de ingresos más bajos o la expansión de los programas de transición de la asistencia social al empleo en los lugares con un alto nivel de desempleo juvenil.
De igual modo, los avances para mejorar las condiciones de vida de los pobres no serán sostenibles si no se tienen en cuenta las consecuencias ambientales del desarrollo económico. Para sostener el desarrollo económico es importante lograr que el uso de los recursos en los procesos de crecimiento sea más eficiente y que estos procesos sean menos contaminantes y tengan mayor capacidad de adaptación sin que ello entrañe, necesariamente, una reducción de su ritmo.