Transcripción
Desarrollo mundial en un momento crucial: coloquio con Jim Yong Kim, presidente del Banco Mundial
Alocución inicial
DR. KIM: Gracias. Es un placer estar aquí, Strobe; pero, cuando dijo que mis sucesores han estado aquí, como hombre que lo sabe todo sobre Washington, pensé: "Oh, Dios mío, qué sabe que yo no sé". Todavía me quedan cinco años, Strobe.
Gracias por su amable presentación; solo quisiera compartir unas palabras antes de entrar en el debate.
Kemal, me alegra mucho poder estar hoy con usted. Es uno de los héroes del Banco Mundial.
Y en muchos sentidos, The Brookings Institution, así como el Programa de desarrollo y economía mundial que usted encabeza, es un escaparate para las investigaciones relativas a políticas con base empírica, un enfoque que es esencial para el Banco Mundial en estos momentos.
Como muchos de ustedes saben, se cumple mi tercera semana en el Banco Mundial, y todavía estoy poniéndome al corriente de esta gran institución. Así que permítanme aprovechar esta oportunidad para compartir mis primeras reflexiones sobre el papel que desempeña actualmente el Banco Mundial en el desarrollo mundial. Quisiera comenzar haciendo dos observaciones.
En primer lugar, la pasada década ha sido sumamente positiva para muchos países en desarrollo, aunque no para todos. El progreso no se ha logrado fácilmente. Fue necesario llevar a cabo un duro trabajo, aprender de los éxitos y los fracasos, emprender reformas audaces y establecer sólidas asociaciones. Esta década de logros inspira, sin duda, optimismo para la próxima fase de nuestra labor en materia de desarrollo.
En segundo lugar, me gustaría señalar que, si bien debemos sentirnos orgullosos de los progresos realizados durante la pasada década, tenemos que reconocer que 1300 millones de personas todavía viven con menos de 1,25 dólares al día. Este dato supone una mancha en nuestra conciencia colectiva. Luchar contra la pobreza de una manera enérgica constituye una obligación tanto moral como económica. La próxima fase del desarrollo mundial nos exigirá abordar desafíos fundamentales para avanzar. Como institución mundial con 188 países miembros, el Banco Mundial debe desempeñar un papel decisivo a la hora de acordar soluciones para lograr un mundo sin pobreza. Pero, para poder conseguirlo, el Banco también tiene que evolucionar y mejorar. Permítanme explicarlo con más detalle.
Durante los últimos diez años, aproximadamente, en el mundo en desarrollo se han producido una serie de acontecimientos significativos. Desde 2000, unos 30 países en desarrollo han crecido un 6% o más al año. Nunca habíamos visto un desarrollo tan rápido y sostenido en tantos países. Además, las economías de ingreso alto crecieron cerca del 1,6%, por lo que fuimos testigos no solo de crecimiento, sino también de convergencia. Los países en desarrollo son ahora el motor de la economía mundial, ya que representan casi dos tercios del crecimiento mundial. Podemos decir de una manera categórica que finalmente se ha logrado el concepto de una "década de desarrollo" que llevábamos persiguiendo 50 años.
Esta historia de transformación no es simplemente una historia sobre economías emergentes, como la India y China. Es general y se extiende a países sin litoral como Rwanda, un país que he visitado en numerosas ocasiones; a países pequeños, como la República Democrática Popular Lao, y grandes, como la India; a países que carecen de recursos naturales, como Etiopía; e incluso se extiende a países que en otro tiempo estuvieron atrapados en un conflicto, como Mozambique.
Esta historia de transformación trata también sobre nuevos avances en la lucha contra la pobreza. Existen millones de personas que ya no son pobres; existen muchas más familias que envían a sus hijos a la escuela; y existen muchas más comunidades que disponen de electricidad, agua y acceso a la atención de la salud. La tasa de reducción de la mortalidad infantil en África es el doble que hace una década. El porcentaje total de población en el mundo en desarrollo que vivía con menos de 1,25 dólares al día era del 22% en 2008, la mitad de la cifra de 1990. Se ha logrado el Objetivo de Desarrollo del Milenio de reducir a la mitad la incidencia de la pobreza extrema de 1990.
La lección que se puede extraer de la pasada década es que es posible el progreso para todos. Nada está predeterminado. Al haber venido a los Estados Unidos desde un país que se describía como un “caso perdido”, intuyo que debemos tener mucho cuidado de no volver a etiquetar nunca más a ningún país de ese modo.
Aunque todavía queda muchísimo trabajo por hacer, cuando me puse al frente del Banco Mundial, traje conmigo un optimismo inquebrantable en cuanto al convencimiento de que todos los países pueden aumentar la prosperidad y erradicar la pobreza.
Existen numerosas diferencias entre los distintos países, pero aquellos que han registrado un crecimiento continuo presentan algunos elementos comunes. Cuentan con gobiernos estables que llevan a cabo políticas económicas prudentes, proporcionan servicios e infraestructura esenciales y adoptan una perspectiva a largo plazo. Aprovechan las oportunidades que ofrecen los mercados mundiales y disponen de un sector privado dinámico y competitivo.
A través de su financiamiento, conocimientos y experiencia, el Banco Mundial ha sido un importante asociado a la hora de apoyar a estos países en su éxito.
Me he reunido con numerosos miembros del personal en las últimas tres semanas y he descubierto muchísimos ejemplos en los que el Banco ha dado lo mejor de sí. Se asoció con China para construir bancales y permitir, de ese modo, que los pequeños agricultores crecieran más y obtuvieran mayores ingresos, un proyecto que hoy se está poniendo a prueba en las laderas de Rwanda. Ha estado colaborando con diferentes gobiernos para mejorar la gestión y la transparencia de las finanzas públicas, para que se gaste de un modo más adecuado el dinero de los contribuyentes.
El Banco ayuda a los países a compartir sus experiencias en los distintos continentes. Gracias a la facilitación por parte del Banco de la creación y transferencia de conocimientos, la transición económica de Turquía está inspirando a quienes impulsan las reformas en el Norte de África y el Oriente Medio. En muchos países africanos se emulan los servicios de tecnología de la información de la India. El Brasil ofrece sus conocimientos en agricultura a numerosos países de África.
En todo el mundo en desarrollo, la Corporación Financiera Internacional (IFC), nuestra institución miembro que se ocupa del fomento del sector privado, junto con el Organismo Multilateral de Garantía de Inversiones (MIGA), están a la cabeza en la propuesta de enfoques innovadores para movilizar la inversión del sector privado en esferas como la agricultura, la manufactura y la energía limpia.
Pero como estos países han demostrado que el éxito o el fracaso no están predeterminados, también sabemos que el progreso futuro no está establecido de antemano. Queda mucho por hacer para acelerar nuestra lucha contra la pobreza mundial, y observo cuatro importantes desafíos:
El primero es proteger los logros alcanzados en materia de desarrollo frente a los riesgos económicos mundiales.
En segundo lugar, es necesario extender el desarrollo a los países que se están quedando fuera, especialmente los Estados frágiles y los que atraviesan por conflictos.
El tercero es que debemos garantizar un crecimiento sostenible.
Y el cuarto consiste en exigir que el crecimiento sea incluyente.
En nuestro mundo interconectado, sabemos que las crisis de una región o de un sector pueden afectar a todos los países. Por ejemplo, aunque se contenga la crisis de la zona del euro, dicha crisis podría, no obstante, reducir el crecimiento en la mayoría de las regiones del mundo en un 1,5%. Una gran crisis en Europa podría reducir el producto interno bruto (PIB) de los países en desarrollo en un 4% o más, lo suficiente para provocar una profunda recesión en todas partes. Estos acontecimientos amenazan muchos de los recientes logros alcanzados en la lucha contra la pobreza.
Dicho claramente, lo que ocurre en Europa en este momento afecta al pescador del Senegal y al programador de software de la India. Por lo tanto, es urgente que los países europeos adopten todas las medidas necesarias para restaurar la estabilidad. Considero alentadoras las recientes medidas adoptadas para avanzar hacia la unión fiscal y bancaria, así como los recursos adicionales puestos a disposición del Fondo Monetario Internacional (FMI) por algunos países del G-20.
El Banco Mundial está dispuesto a ayudar a los países en desarrollo a proteger el crecimiento, el empleo y a los pobres. Gracias al generoso incremento de capital y a la reposición de recursos de la Asociación Internacional de Fomento (AIF), el Banco cuenta con los recursos adecuados para aumentar el financiamiento y las inversiones y compartir conocimientos técnicos sin parangón. Podemos colaborar con nuestros clientes para realizar rápidos desembolsos a fin de mantener las inversiones que impulsan el crecimiento. Podemos ayudar a los países a mejorar la calidad de su gasto fiscal. El financiamiento de la IFC proporciona crédito a las pequeñas y medianas empresas y negocios, así como financiamiento para el comercio. Asimismo, la IFC apoya a las subsidiarias de Europa Occidental y a otros bancos de los mercados emergentes para impulsar la liquidez y el crédito.
Podemos ayudar a los países a crear redes de protección eficaces en función del costo que puedan proteger a las personas frente a las crisis. Lo que he aprendido trabajando en comunidades de todo el mundo es que los más pobres son los más propensos a hundirse aún más profundamente en la pobreza. Cuando el sostén de la familia se ve aquejado una enfermedad, pone en peligro el futuro de todos sus miembros. He visto cómo ocurría esto muchas veces en mi propio trabajo. Tres de cada cinco personas vulnerables carecen de redes de protección en los países en desarrollo, y cuatro de cada cinco en los países más pobres.
Las redes de protección deben estar disponibles de manera continua para aumentar la resiliencia frente a crisis como los problemas de salud o la crisis financiera, y su creación requiere voluntad política. La buena noticia es que las redes de protección eficaces no son necesariamente costosas. Los programas insignia de México y el Brasil solo cuestan aproximadamente un 0,5% del PIB, mucho menos de lo que otros países gastan en programas menos eficaces y generales o en subsidios a los combustibles. El Banco Mundial ha colaborado con diferentes gobiernos para ampliar las redes de protección en 40 países, y nuestro objetivo es garantizar que todos los países en desarrollo cuenten con una red de protección eficaz y sostenible.
En segundo lugar, más allá de la actual volatilidad, existen regiones y países con repetidos ciclos de conflicto e inestabilidad que se están quedando a la zaga. Mil quinientos millones de personas viven en zonas afectadas por la fragilidad y los conflictos. Ningún país de bajo ingreso frágil o en conflicto está en vías de lograr ni uno solo de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Estos países necesitan un Banco Mundial que sea mucho más perceptivo que en la actualidad y capaz de prestar el apoyo financiero y técnico adecuado en el momento oportuno.
Tomemos como ejemplo el Afganistán, donde el Banco Mundial ha colaborado con el Gobierno para establecer el Programa nacional de solidaridad. Está introduciendo un enfoque según el cual los consejos locales dirigen los proyectos cuyo objetivo es la reconstrucción rural y la reducción de la pobreza. Hasta la fecha, el programa ha beneficiado a más de 20 millones de personas, y está en marcha en 28 000 aldeas de todas las provincias del Afganistán. Esta es la clase de implicación fructífera que el Banco debe extender a otros Estados frágiles.
En tercer lugar, incluso en los países que han tenido éxito, la nueva fase del desarrollo exigirá cambios estructurales adicionales a fin de mantener el crecimiento. Los países de ingreso mediano tienen que diversificar sus fuentes de energía. Deben modernizar sus estructuras económicas y sus programas de gobierno. Es necesario que creen empleo de calidad para satisfacer las crecientes expectativas de sus ciudadanos. Estos países disponen cada vez de más opciones para el financiamiento del desarrollo, pero muchos siguen dirigiéndose al Banco Mundial en busca de su financiamiento, conocimientos y experiencia. En particular, necesitan un asociado más flexible para que los ayude a abordar las deficiencias en infraestructura e instituciones.
Por último, el crecimiento y el desarrollo deben ser incluyentes y garantizar que se amplíe el alcance de sus beneficios. Aun cuando un número sin precedentes de personas en el mundo en desarrollo están ascendiendo a la clase media, se están quedando atrás los segmentos de las poblaciones más pobres, y otros segmentos de la clase media corren el riesgo de caer en la pobreza. Como nos han recordado los jóvenes de Egipto y Túnez, incluso en los países de ingreso mediano, los logros alcanzados en materia de desarrollo han sido desiguales e incompletos. Las exigencias de respeto de los derechos individuales, el estado de derecho y la administración de justicia van de la mano con el desarrollo incluyente, que requiere instituciones más abiertas y responsables.
Por este motivo, el Banco Mundial está ampliando sus asociaciones. Teniendo en cuenta las lecciones extraídas de la Primavera Árabe, el Banco está creando una Alianza Mundial para una Mayor Responsabilidad Social. Está proporcionando capital simiente de los ingresos del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF) y movilizando recursos procedentes de fundaciones y donantes bilaterales. Esta sería la primera vez que el Banco Mundial está asignando recursos específicos de sus ingresos para apoyar una alianza con la sociedad civil.
En el Banco intentaremos hacer lo que los países que tuvieron más éxito hicieron durante la pasada década. Trabajaremos sin descanso, seguiremos aprendiendo qué funciona y qué no, y llevaremos a cabo reformas audaces en caso necesario; y además, rendiremos cuentas a las personas a las que servimos, para que se nos juzgue por nuestros resultados, no simplemente por nuestras intenciones.
He empezado mi alocución refiriéndome a los logros de la pasada década. Quiero concluir haciendo referencia a los compromisos de la próxima. Los países desarrollados han realizado importantes contribuciones a través de la ayuda. Deben continuar con este compromiso, dado su interés en una economía mundial sólida y dinámica. Las economías emergentes deben aumentar sus contribuciones, en proporción con su creciente peso económico.
El mundo cuenta con recursos, conocimientos y experiencia sin precedentes para llevar adelante el programa de desarrollo. Espero que la próxima década se defina por la existencia de una gran convergencia. Una década en la que reduzcamos la pobreza a niveles inimaginables; en la que más personas se unan a la clase media mundial y disfruten de mejores condiciones de vida y mayores oportunidades; y en la que el mundo se comprometa con la tarea esencial de dejar un planeta más próspero a la próxima generación. El momento ya ha llegado, la tarea es urgente. Espero con gran interés el coloquio.
Gracias.