Presidente Fakhoury, señora Lagarde, gobernadores, mis queridos amigos Jim y Elaine Wolfensohn, ministros, amigos, es un honor volver a dirigirme a ustedes cinco años después de aquella primera vez en Tokio.
Cada año nos damos cita en estas Reuniones Anuales para abordar los desafíos más acuciantes que afectan las vidas de miles de millones de personas en todo el mundo. Y cada año trazamos el rumbo de nuestros esfuerzos colectivos para lograr que el desarrollo beneficie a todos, para garantizar una vida digna para todas las personas.
Este es un momento clave para la labor del Grupo Banco Mundial. Lo bueno es que el crecimiento mundial es sólido, de un 2,7 % este año. En el segundo trimestre del año pasado se observaron las tasas trimestrales de crecimiento más elevadas desde 2010.
El comercio está repuntando, pero el nivel de inversiones continúa siendo bajo y nos preocupa que ciertos riesgos de deterioro de las condiciones, como el aumento del proteccionismo, la incertidumbre normativa o las posibles perturbaciones del mercado financiero, puedan desbaratar esta frágil recuperación. Por eso, este es el momento de que todos los países emprendan las reformas necesarias para promover el crecimiento de sus economías y competir en lo que indudablemente será un futuro más complejo, más exigente y más digitalizado.
Al mismo tiempo, nos volvemos a reunir en un momento en el que diversas crisis han alcanzado su punto crítico o son inminentes:
- los conflictos, las pandemias, el cambio climático y la hambruna están afectando a las personas de todo el mundo y están contribuyendo a una cifra récord de desplazamientos forzados;
- en casi todas las regiones hay países que comienzan a cerrarse en sí mismos;
- el terrorismo internacional y nacional afecta cada rincón del planeta.
A menudo parece que este mundo cada vez más interconectado en realidad se estuviera disgregando y que los países y los pueblos se estuvieran alejando unos de otros. En medio de esta conmoción, las organizaciones como el Grupo Banco Mundial deben dar un paso adelante y ayudar a sentar nuevas bases para la solidaridad humana. Formamos parte del orden mundial posterior a 1945 que se basaba en la idea de que lo que afecta a una ciudad, un país o una región puede tener impactos inmediatos y duraderos en todos nosotros. Estas nuevas bases de la solidaridad humana deben alejarnos de la vieja concepción de donantes y receptores y conducirnos a un nuevo pacto de desarrollo entre las partes interesadas.
En 2013 anunciamos nuestros objetivos de poner fin a la pobreza extrema a más tardar en 2030 e impulsar la prosperidad compartida en el 40 % más pobre de la población mundial. Y el año pasado expliqué las tres formas en que lo lograríamos: acelerando el crecimiento inclusivo y sostenible; creando resiliencia ante conmociones y amenazas, e invirtiendo más —y más eficazmente— en las personas.
Para nosotros, este es un período especialmente importante para hacer frente a la pobreza mundial, dado que contamos con un mayor margen para adoptar medidas audaces que hagan crecer la economía, proteger a los países de las graves crisis coincidentes e invertir en la gente.
Antes de darles algunos ejemplos de los avances que hemos logrado en todos estos frentes, quisiera agradecer la dedicación del personal del Grupo Banco Mundial, que trabaja incansablemente para alcanzar nuestros ambiciosos objetivos. Y también aplaudir a nuestros clientes y accionistas, que han hecho grandes esfuerzos en circunstancias adversas para materializar sus más altas aspiraciones.
El primer pilar de nuestra estrategia de poner fin a la pobreza extrema e impulsar la prosperidad compartida es acelerar el crecimiento inclusivo y sostenible.
Sabemos que la asistencia oficial para el desarrollo no bastará para cubrir los USD 4 billones que se necesitan por año para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible y satisfacer las crecientes aspiraciones del mundo.
En abril de este año, antes de las Reuniones de Primavera, insté a crear un nuevo enfoque mediante el cual se maximizara el financiamiento para el desarrollo atrayendo sistemáticamente la inversión del sector privado y utilizándola en favor de los países en desarrollo y las personas pobres. Así formulamos los principios conjuntos para atraer financiamiento del sector privado, principios que el Grupo de los Veinte ratificó el verano pasado. Este es un gran ejemplo de colaboración estrecha entre la administración y el Directorio para iniciar un cambio fundamental en nuestro enfoque sobre el financiamiento para el desarrollo.
Maximizar el financiamiento para el desarrollo no es una cuestión ideológica; tampoco es una panacea para todos los desafíos relacionados con el desarrollo. Es un enfoque basado en datos empíricos que se resume en una pregunta muy directa: ¿cómo podemos maximizar los recursos que tienen los países en desarrollo para hacer las cosas que necesitan hacer para su población, minimizando al mismo tiempo la carga de la deuda pública?
Maximizar el financiamiento para el desarrollo significa encontrar soluciones beneficiosas para todas las partes que permitan a los inversionistas obtener una adecuada rentabilidad y a los países, utilizar esos recursos para cumplir sus objetivos de desarrollo. Estamos poniendo en práctica este enfoque con equipos de todo el Grupo Banco Mundial, y ya estamos observando excelentes resultados.
Hace tres años, en Egipto, los subsidios a la energía correspondían al 6,6 % del producto interno bruto (PIB), es decir, más de lo que el Gobierno gastaba en los sectores de salud, educación y protección social combinados. Cuando el país decidió reformar el sector de la energía, el Grupo Banco Mundial diseñó un paquete integral:
- el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF) contribuyó con expertos en cuestiones analíticas y asistencia técnica, junto con un préstamo de USD 3000 millones a lo largo de tres años para reformas normativas;
- la Corporación Financiera Internacional (IFC) prestó USD 645 millones al sector privado,
- y con USD 210 millones en seguros contra riesgos del Organismo Multilateral de Garantía de Inversiones (MIGA), los esfuerzos conjuntos de IFC y MIGA lograron movilizar USD 2000 millones en inversiones privadas para el programa de tarifa regulada de la energía solar fotovoltaica de Egipto.
Las reformas normativas, la inversión privada inicial y los seguros contra riesgos ayudaron a atraer a 15 bancos y 20 inversionistas para un gran proyecto de construcción de un parque solar fotovoltaico, y muchos de estos inversionistas contribuirán a proyectos futuros. La iniciativa ayudó a atraer más de USD 15 000 millones en inversión privada para el sector de gas del país.
Como resultado de su iniciativa para reducir los subsidios a los combustibles fósiles y otras reformas, el Gobierno de Egipto ha incrementado su margen fiscal en unos USD 14 000 millones al año. Esto le ha permitido poner en marcha dos nuevos programas de transferencias monetarias que llegan a 1,7 millones de pobres, incrementar en un 300 % los subsidios alimentarios para los más pobres y ampliar su programa de almuerzos escolares.
Esta iniciativa en Egipto nos ha dejado enseñanzas valiosas; entre ellas, la más importante es que podemos adoptar medidas más proactivas para crear mercados, en lugar de esperar a que aparezcan por sí solos. Además, hemos demostrado que puede resultar útil financiar sectores distintos del de infraestructura, como cuando ayudamos a transformar el sector de salud en Turquía.
En 2002, la tasa de mortalidad infantil de Turquía era mucho más alta que la de otros países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, y la esperanza de vida era varios años más baja. En consecuencia, el Gobierno inició una ambiciosa reforma de todo el sistema de salud, que incluyó servicios de asesoría y préstamos del BIRF.
Turquía puso en marcha una asociación público-privada en 2010; el BIRF proporcionó un préstamo de USD 134 millones y apoyo técnico; IFC invirtió USD 241 millones y movilizó otros USD 540 millones en inversiones privadas, y MIGA otorgó garantías contra riesgos políticos.
Uno de los proyectos más importantes fue el complejo integrado de salud de Elaziğ, un hospital de 1000 camas, con un valor de EUR 400 millones, que se financió mediante la primera emisión de bonos para proyectos en el marco del programa de asociación público-privada de Turquía. MIGA y el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo trabajaron con Rönesans Holding, un grupo de construcción turco, y Meridiam, un inversionista en infraestructura francés, para desarrollar una innovadora aplicación de mejoramiento del crédito que permitió financiar el proyecto a través del mercado de bonos. Moody’s les otorgó una calificación de grado de inversión dos puntos por encima de la asignada a los bonos soberanos de Turquía.
Estas inversiones relativamente pequeñas fueron componentes muy importantes de un programa de gran magnitud que transformó el sector de salud de Turquía, ampliando considerablemente el acceso y mejorando la salud pública. En 2002, menos de dos tercios de la población del país tenía seguro de salud y poco más de la mitad, acceso regular a servicios de atención médica. Gracias al Programa de Transformación de la Salud, prácticamente se ha logrado el acceso universal: el 98 % de los habitantes de Turquía tiene una cobertura de salud asequible.
El programa también ha generado mejoras extraordinarias de la salud en todo el país. Las tasas de mortalidad infantil se redujeron a la mitad, la esperanza de vida aumentó de 71 años a 74 años, y la mortalidad de los niños menores de 5 años disminuyó un 55 %.
Estos son tan solo dos ejemplos de los numerosos esfuerzos que ahora estamos ampliando y difundiendo en todo el mundo. No hay mejor momento que este para atraer inversiones del sector privado. Actualmente, hay más de USD 10 billones invertidos en bonos con tasas de interés negativas; hay USD 24 billones en valores públicos de bajo rendimiento y USD 5 billones en efectivo, a la espera de mejores inversiones con rendimientos más altos.
El año pasado, en Davos, el presidente de China, Xi Jinping, señaló que el sistema de mercado mundial es el mar en el que todos nadamos y del que no podemos escapar. Dijo: “Cualquier intento de redirigir las aguas del mar hacia lagos y arroyos aislados es sencillamente imposible”. Nuestra mejor oportunidad para lograr que el sistema de mercado mundial funcione para todos es maximizar el financiamiento para el desarrollo.
Tenemos que abrazar la idea de que nuestra mayor responsabilidad moral consiste en crear igualdad de oportunidades. El enfoque orientado a maximizar el financiamiento para el desarrollo proporciona a los países los recursos para construir puentes, parques solares y hospitales. Libera fondos para escuelas, capacitación laboral y redes de protección social, y crea soluciones beneficiosas para todas las partes que promueven el crecimiento de las economías y brindan a todas las personas la oportunidad de una buena educación, de un empleo estable, de poder alcanzar sus máximas aspiraciones.
El segundo pilar de nuestra estrategia consiste en generar resiliencia ante la superposición de perturbaciones y crisis, y una de las más delicadas es el cambio climático.
En lo que respecta al cambio climático, se nos está acabando el tiempo: 2016 fue, nuevamente, el año más caluroso del que se tenga registro. Cada uno de los últimos tres años superó la marca del anterior. Cada año, en el mundo, el aumento de los desastres naturales extremos empuja a 26 millones de personas a la pobreza.
Debemos reducir nuestra huella de carbono y ayudar a los países a adaptarse a los desastres naturales, como los recientes huracanes en el Caribe y las devastadoras inundaciones en Asia meridional.
El año pasado, el Grupo Banco Mundial otorgó préstamos por valor de USD 12 800 millones para inversiones en el clima, es decir, el 22 % de nuestra cartera. Somos, actualmente, la mayor fuente de financiamiento para inversiones relacionadas con el clima en el mundo en desarrollo, y avanzamos conforme a lo previsto para alcanzar, a más tardar en 2020, la meta que nos hemos fijado de lograr que el 28 % de nuestra cartera genere beneficios climáticos.
Asimismo, estamos usando nuestro poder de convocatoria para incrementar las medidas relacionadas con el clima promoviendo la labor conjunta de los sectores público y privado. Hay inversiones potenciales por valor de USD 23 billones tan solo en los compromisos asumidos en París por 21 economías emergentes, entre ellas edificios ecológicos, transporte sostenible, energía renovable y eficiencia energética.
Necesitamos inversiones en el clima que se expresen en billones de dólares, no en miles de millones. En el curso de los próximos 15 años, se invertirán alrededor de USD 90 billones en infraestructura tan solo para reemplazar infraestructura obsoleta en las economías avanzadas y alcanzar el crecimiento previsto en las economías emergentes. Actualmente, la inversión en infraestructura asciende, en total, a unos USD 3,4 billones al año, pero la suma necesaria se aproxima más a los USD 6 billones. Y en todos los casos debe ser infraestructura resiliente, con bajo nivel de emisiones de carbono e inteligente con respecto al clima.
Junto con las Naciones Unidas y Francia, estamos organizando la Cumbre sobre el Clima que tendrá lugar en París el 12 de diciembre para conectar a los inversionistas con oportunidades de inversión inteligente con respecto al clima.
Además de abordar el cambio climático, debemos intensificar las medidas para ayudar a los refugiados, y para ayudar a los países y las personas que, al acogerlos, proporcionan al mundo un bien público mundial.
Hace un año, en medio de la crisis de refugiados, creamos un fondo especial que ha proporcionado USD 200 millones en donaciones y destrabamos más de USD 1000 millones en financiamiento en condiciones concesionarias para Jordania y el Líbano. El Líbano, que acoge a más de 1,5 millones de sirios desplazados, tiene la mayor proporción de refugiados per cápita de todo el mundo. Y Jordania, como señaló el presidente, acoge a más refugiados que cualquier otro país del mundo. En ambos países, el 81 % de los refugiados sirios son menores de 35 años y el 70 % es pobre.
Este instrumento, que actualmente se conoce como Servicio Mundial de Financiamiento en Condiciones Concesionarias, está generando un gran impacto. En Jordania, ha ayudado a proporcionar 50 000 permisos de trabajo formales a refugiados sirios. En el Líbano, está financiando caminos y programas de empleo, que crean más de 1 millón de días de trabajo en empleos directos e indirectos. Además, está logrando que los niños abandonen las calles y asistan a la escuela, para brindarles educación y evitar la tragedia de una generación perdida.
Este año también dimos un gran paso para romper el ciclo de pánico y negligencia en torno a las pandemias. Con demasiada frecuencia, solo prestamos atención a los brotes de enfermedades infecciosas cuando se convierten en una amenaza mundial y luego nos olvidamos rápidamente de ellas cuando la amenaza disminuye. A través del Mecanismo de Financiamiento de Emergencia para Casos de Pandemia tenemos, por primera vez, un seguro real para casos de pandemias: una póliza de USD 450 millones que desembolsará fondos automáticamente a los países más pobres cuando una epidemia llegue a una etapa crítica.
Por primera vez, el riesgo de pandemia en los países de ingreso bajo se comparte con los mercados financieros. ¿Por qué no podemos hacer lo mismo en el caso de la hambruna u otras crisis humanitarias? Creo que podemos hacerlo, y actualmente estamos abocados a esa labor.
El tercer pilar de nuestra estrategia consiste en invertir más —y más eficazmente— en las personas.
Durante la mayor parte de mi vida adulta me he esforzado por proporcionar asistencia a personas que padecían enfermedades terribles en algunos de los lugares más pobres del mundo. Y en ese mismo tramo de mi existencia, mis colegas y yo hemos promovido el aumento de las inversiones en las personas.
Generalmente esgrimimos motivos morales: que toda persona merece la oportunidad de hacer realidad sus aspiraciones más elevadas. Promover la salud, la educación y la protección social es una de las vías más eficaces para brindar una oportunidad a todos los seres humanos.
Siempre supimos que invertir en las personas es lo que corresponde; ahora estamos aprendiendo que, desde el punto de vista económico, esa bien puede ser la decisión más inteligente.
A lo largo del año pasado elaboramos varios análisis y estamos constatando que las inversiones en los seres humanos —en especial en su salud, educación y protección social— están correlacionadas con el crecimiento económico más estrechamente de lo que jamás hubiéramos creído.
Algunos de nuestros economistas del Grupo Banco Mundial están trabajando con Chris Murray y el Instituto para la Medición y Evaluación de la Salud, grupo de la Universidad de Washington que colabora estrechamente con la Fundación Bill y Melinda Gates. Les hemos solicitado que, valiéndose de sus excelentes herramientas de análisis, examinen la relación entre el crecimiento económico y la mejora del capital humano.
Estoy utilizando la expresión “capital humano” porque quiero señalar a los ministros de Hacienda aquí presentes que, al invertir en los seres humanos, están estableciendo el capital que necesitan para lograr el crecimiento de las economías de sus países.
Con demasiada frecuencia seguimos oyendo a los líderes decir: “Primero promoveremos el crecimiento de nuestras economías y después invertiremos en nuestra gente”. Invertir en las personas es invertir en el crecimiento económico.
Expondré sucintamente lo que hemos constatado:
Si se examina el cuartil superior — el 25 % de países que han mejorado en mayor medida el capital humano— y se lo compara con el 25 % más bajo —los países que han mejorado en menor medida el capital humano—, se percibe una diferencia enorme.
Examinamos la situación imperante en los 25 años comprendidos entre 1991 y 2016 y constatamos que la diferencia en cuanto al crecimiento económico representó el 1,25 % del PIB por año a lo largo de ese período. Tenemos que seguir trabajando y continuar las investigaciones pero, en visión retrospectiva, esos datos llevan a pensar que las inversiones en los seres humanos han tenido un enorme impacto en el crecimiento económico.
Y de cara al futuro, no cabe duda de que invertir en las personas llegará a ser más importante en una economía cada vez más digital. En algunos estudios se estima que no menos del 65 % de los niños matriculados actualmente en la enseñanza primaria trabajarán en empleos o ámbitos que aún no existen.
Sabemos que los países han tenido que tomar decisiones difíciles sobre la manera de gastar fondos públicos escasos. No obstante, creemos —y las pruebas acumuladas así lo indican— que cuanto mayores y más eficaces sean las inversiones en salud, educación y protección social, mejores serán los resultados que obtendrán sus países como economías.
Esa idea ha estado vigente desde hace algún tiempo pero ahora, con mejores datos y más transparencia en su divulgación, y con herramientas de análisis nuevas y más eficaces, estamos comprendiendo que la relación entre capital humano y crecimiento económico podría ser mucho más profunda de lo que jamás habíamos imaginado.
Dentro de poco publicaremos un documento titulado The Changing Wealth of Nations (La riqueza cambiante de las naciones) y por primera vez consideramos el capital humano como parte de la riqueza general de las naciones. Se ha constatado que más del 65 % de la riqueza de todos los países del mundo consiste en capital humano.
En los países ricos, el capital humano constituye una proporción mucho mayor de la riqueza general; en los países de ingreso bajo, representa una proporción mucho menor. En consecuencia, a los países en desarrollo les queda mucho por hacer.
Necesitamos imperiosa e inmediatamente esas inversiones porque estamos encarando varias crisis de capital humano:
- en cifras mundiales, 155 millones de niños sufren retraso del crecimiento;
- en el mundo, 400 millones de personas carecen de acceso a servicios de salud esenciales;
- cada año 100 millones de personas caen en la pobreza al tener que hacer frente a gastos catastróficos de atención de salud;
- solo un tercio de los pobres del mundo cuenta con cobertura de redes de protección social.
A menos que actuemos de manera decidida, 167 millones de niños seguirán viviendo en la pobreza extrema en 2030.
Tenemos que modificar fundamentalmente la manera en que el mundo invierte en el desarrollo del capital humano. La semana pasada anuncié el proyecto de capital humano, una iniciativa acelerada de ayuda a los países para que inviertan más —y más eficazmente— en su gente.
El proyecto de capital humano abarcará tres medidas:
- aceleraremos un financiamiento innovador y basado en los resultados para inversiones en capital humano;
- seguiremos examinando los datos que vinculan las inversiones en las personas con el crecimiento económico: buscamos nuevas modalidades y nuevas respuestas;
- y estamos formando una amplia coalición que abarque a todos los interesados: otros bancos multilaterales de desarrollo, instituciones financieras internacionales, Gobiernos, organizaciones de la sociedad civil y el sector privado.
Posteriormente, el proyecto incluirá clasificaciones: una centrada en el acervo de capital humano y otra que nos servirá para medir el flujo, es decir, las inversiones que estén realizando los países para desarrollar capital humano.
Estamos tratando de crear las condiciones para que los jefes de Estado y los ministros de Hacienda no puedan oponer resistencia a la realización de inversiones en su gente. Estamos tratando de crear un entorno en el que invertir en las personas no solo constituya un imperativo moral, sino, en realidad, algo absolutamente preceptivo y muy urgente para impulsar el crecimiento económico.
Se polemizará al respecto, pero tenemos la responsabilidad moral de revelar a nuestros accionistas la estrecha relación entre la inversión en las personas y el crecimiento económico. Y lo más importante es que estamos dispuestos a ayudar a todos los países a mejorar y aumentar, respectivamente y con rapidez, la calidad y la cantidad de sus inversiones en las personas.
Para cumplir todo lo expuesto, para suministrar lo que necesitan los países en la escala que ustedes esperan de nosotros, necesitamos más recursos.
A lo largo de los años hemos demostrado nuestra excepcional capacidad de optimización de los recursos: USD 19 000 millones del total de capital pagado del BIRF y de IFC han reportado, desde el inicio del funcionamiento de nuestra institución:
- más de USD 900 000 millones de financiamiento;
- USD 50 000 millones de reservas; y
- y USD 28 000 millones en transferencias para programas de la Asociación Internacional de Fomento (AIF) y otros programas.
Las enormes necesidades de desarrollo y las crecientes aspiraciones generan una demanda abrumadora. Desde la crisis financiera de 2008, el BIRF ha casi duplicado su cartera de financiamiento. La cartera de préstamos de IFC se triplicó, y su cartera de inversiones en capital accionario se quintuplicó en los últimos 10 años.
A menos que se incremente la capacidad financiera de nuestra institución, el BIRF tendrá que reducir extraordinariamente, en una tercera parte, sus compromisos de préstamos. IFC tendría que reducir sus inversiones en países clientes de la AIF y en Estados frágiles y afectados por conflictos, así como sus inversiones en capital accionario, lo que anularía su capacidad para crear mercados en los entornos más difíciles del mundo.
Hemos realizado una amplia y provechosa labor con todos ustedes. Muchos países han evolucionado, progresado y avanzado por la senda que lleva a nuevos niveles de desarrollo. Debemos reconocer eso. Y tenemos que entablar un diálogo con todos ustedes a fin de que los recursos del Grupo Banco Mundial sigan encauzándose a donde más contribuyan al logro de nuestros dos objetivos.
Y con un aumento del capital podemos cumplir nuestro compromiso de disponer de un sólido Grupo Banco Mundial, con capacidad para otorgar un nivel de financiamiento que satisfaga las aspiraciones de sus países clientes.
Tengo una enorme sensación de urgencia, que no obedece tan solo a las ingentes necesidades que se hacen sentir en el mundo.
Las aspiraciones son crecientes, y unidas a las oportunidades, pueden generar pujanza y crecimiento económico inclusivo y sostenible. Pero si faltan oportunidades para colmar esas aspiraciones, es muy posible que una creciente frustración lleve a los países a experimentar fragilidad, conflictos, violencia, extremismo y, posteriormente, migración.
Podemos cumplir un papel decisivo en la búsqueda de soluciones favorables para todas las partes, en que logremos la maximización del financiamiento para el desarrollo y creemos oportunidades para que los dueños del capital obtengan una mayor rentabilidad.
Podemos cumplir un papel decisivo mediante la utilización de la gama completa de nuestros instrumentos financieros para proteger a los países de crisis coincidentes.
Y podemos cumplir un papel decisivo ayudando a los países a realizar un volumen mayor de inversiones más eficaces en su gente.
En mis cinco años como presidente del Grupo Banco Mundial, pese a todos los problemas que hay en el mundo, nunca como hoy había contemplado con mayor optimismo nuestra capacidad para ayudar a las personas a superar por sí mismas la pobreza, para sentar nuevas bases para la solidaridad humana.
Pero debemos actuar, como dijo el gran Martin Luther King, con la “impetuosa urgencia del ahora”, sabiendo que, como también dijo, existe el llegar “demasiado tarde”.
Si nos comprometemos con estos pilares,
si invertimos los recursos apropiados,
si actuamos con la cruda urgencia que estos tiempos requieren,
creo que podemos ser la primera generación de la historia en erradicar la pobreza de la faz de la tierra.