Sus excelencias, damas y caballeros, me complace estar hoy aquí y analizar la labor que desarrolla el Grupo Banco Mundial para mejorar el acceso a la atención de la salud y los resultados en esta área. Para aliviar la pobreza extrema e impulsar la prosperidad compartida es fundamental acelerar los avances hacia la cobertura universal de la salud (CUS).
La salud es también un imperativo económico, puesto que constituye uno de los sectores más grandes de la economía mundial: brinda 50 millones de empleos, la mayor parte de ellos para mujeres.
No obstante, nuestras cifras más recientes muestran que cada año, las personas desembolsan más de medio billón de dólares en pagos directos por atención médica. Esto provoca dificultades financieras a más de 925 millones de personas y empuja a casi 90 millones de personas a la pobreza extrema cada año.
La mejora de los resultados en el área de la salud es uno de los ejes centrales del trabajo del Grupo Banco Mundial. No alcanza con las palabras: es vital mejorar el financiamiento y los sistemas de salud. La Asociación Internacional de Fomento (AIF), nuestro fondo destinado a los países más pobres, es uno de los instrumentos más importantes para el financiamiento de la atención de la salud en los países de ingreso bajo.
En los últimos 10 años, la AIF destinó USD 13 500 millones a financiar iniciativas de salud esenciales para 770 millones de personas y vacunas para 330 millones de niños. La proporción de los fondos de la AIF destinados a salud y nutrición se incrementó en un 60 % en la última década, como reflejo de la creciente demanda de los países.
El financiamiento de la AIF es crucial, pero no es en absoluto suficiente. Aun en las hipótesis más optimistas, estimamos que el déficit respecto de los recursos necesarios para lograr la CUS en los 54 países más pobres (que albergan a 1500 millones de personas) se ubicará en torno a los USD 176 000 millones al año.
Para subsanar este déficit, buscamos incansablemente generar buenos resultados. Propongo cuatro áreas prioritarias en las que podemos hacer más y, lo que es más importante, en las que hay sólidas evidencias acerca de las medidas que dan buenos resultados.
En primer lugar, es importante ampliar las inversiones destinadas a la atención primaria accesible y de calidad.
Esta es una medida sensata tanto desde la perspectiva de la salud como de la economía. Necesitamos más recursos para detectar y tratar las afecciones de manera temprana, antes de que se agraven. De este modo se salvarán vidas y se reducirán los costos de la atención médica.
El costo que conlleva no invertir es enorme. Esto incluye los costos directos —como vemos actualmente en la República Democrática del Congo, donde el Banco Mundial, a través de la AIF, ha comprometido más de USD 350 millones para luchar contra el ébola— y abarca también costos económicos en el largo plazo. Los países que resultaron más golpeados por el brote de ébola en África occidental hace cinco años aún sienten los efectos hoy en día.
En el Grupo Banco Mundial buscamos no solo ampliar el acceso a la atención de la salud, sino también mejorar su calidad y asequibilidad vinculando el financiamiento con los resultados.
El reciente anuncio de que Nigeria está libre de polio desde hace tres años muestra un resultado notable.
En segundo lugar, es clave redoblar los esfuerzos para trabajar con el sector privado y abrir paso a nuevos modelos de financiamiento y prestación de servicios en el área de la salud. Las necesidades de cobertura y de financiamiento son demasiado grandes para que el sector público pueda satisfacerlas por sí solo.
En Afganistán respaldamos la ampliación a todo el país de un proyecto con el que se busca tercerizar los servicios básicos contratando prestadores privados. Como resultado, la cobertura de salud se ha multiplicado por cinco y la mortalidad infantil se ha reducido en un 60 % en los últimos diez años. Gracias a esta inversión, se podrá vacunar al 80 % de los niños, y los dos tercios de los partos se atenderán en establecimientos sanitarios con personal calificado, lo que permitirá salvar otras 200 000 vidas
Asimismo, colaboramos con India en su ambicioso plan de eliminar la tuberculosis para 2025 mejorando la velocidad y la calidad de las pruebas de detección y el tratamiento en establecimientos sanitarios gestionados por el sector privado, que constituyen la primera parada para el 80 % de los pacientes de tuberculosis. El objetivo es llevar las tasas de éxito en el tratamiento del 11 % al 70 % en los próximos cinco años.
Y en vista de la naturaleza cambiante del trabajo y del surgimiento de la economía del trabajo esporádico (gig economy), el Banco Mundial y la Corporación Financiera Internacional (IFC) están respaldando la difusión progresiva de plataformas móviles de seguro médico, como la de M-Tiba en Kenya. Esta plataforma llega ya a 4,5 millones de personas, y se espera que alcance a 10 millones de personas en los próximos tres años.
Según nuestras estimaciones, estos programas han permitido extender la protección financiera a unos 60 millones de personas en 22 países, y tienen el potencial de mercado de llegar a decenas de millones más.
En tercer lugar, para mejorar los resultados sanitarios, debemos ir más allá del área de la salud. Esto significa apoyar a las comunidades mejorando la educación, ampliando los servicios sociales y generando empleo.
Todo el dinero que invertimos en instalaciones sanitarias, trabajadores del ámbito de la salud, vacunas, medicamentos y tecnologías sanitarias se desperdiciará si no abordamos problemas tales como el retraso del crecimiento en la niñez, la educación de las niñas y las deficiencias de las redes de protección social que dejan a las familias sumidas en la vulnerabilidad.
Estamos trabajando con más de 60 países a través del Proyecto de Capital Humano a fin de ayudarlos a adoptar un enfoque integrado que abarque todo el Gobierno para mejorar los resultados en términos de desarrollo humano.
Un ejemplo de esta labor es el proyecto de empoderamiento de la mujer que se lleva adelante en el Sahel, región cuyas tasas de mortalidad materna e infantil figuran entre las más altas del mundo. En este proyecto se adopta un enfoque integrado a través de la interacción con los dirigentes religiosos, de la comunidad y del área de la salud con el objetivo de mejorar los servicios sanitarios, lograr que las niñas no abandonen la escuela y crear oportunidades para las mujeres. Los resultados iniciales son prometedores: las tasas de deserción en las zonas que abarca el proyecto se redujeron a la mitad.
Por último, debemos cambiar el modo en que financiamos la salud.
Para todos los países, esto significa obtener mejores resultados con el dinero que gastan.
Para los asociados del ámbito internacional, significa alinear el apoyo y el financiamiento que brindan a fin de potenciar los recursos internos y desarrollar sistemas nacionales sostenibles.
Los dirigentes de los países desempeñan un papel fundamental. Si la dirigencia se compromete a desarrollar sistemas de salud más inteligentes, basados en los datos y eficaces en función de los costos, podrán proporcionar atención sanitaria accesible y de calidad. Podrán construir un futuro más sano, próspero y prometedor para su gente.
En ese esfuerzo, el Grupo Banco Mundial será un socio comprometido.
Muchas gracias.